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Existen numerosas leyendas que rodean las biografías de los reyes y reinas europeos. Algunas de esas anécdotas esconden intrigas políticas. Otras sirven para trazar una historia de la higiene , la medicina y, en algunos casos, la locura. Creó un Estado moderno, tomó Granada y, de la mano de Cristóbal Colón, inició la conquista de América.
Y, al parecer, Isabel de Castilla , esa reina inteligente y audaz, nunca encontró un momento para bañarse ni cambiar de ropajes. Al menos, así se desprende si uno lee muchos de los artículos que circulan por las redes, todos falsos. Lo son porque tienen su origen en la propaganda anticristiana que llevaron a cabo los musulmanes andalusíes.
Así lo explica el periodista Javier Santamarta en Fake news del Imperio español Como especificó su camarero, a la sazón responsable de la alcoba de la monarca, esta era celosa de su higiene personal, tanto que incluso levantó las suspicacias de su confesor. Pero a la costumbre, que a veces es terca, poco le importan las pruebas. En el diccionario, la palabra isabelino ha quedado vinculada al color blanco roto.
Hubo una célebre Isabel que sí hizo esa promesa. En La rendición de Breda en la literatura y el arte de España , el hispanista neerlandés Simon Anselmus Vosters se hizo eco de ello. En , la regente aseguró que no se cambiaría de ropa hasta que la ciudad de Ostende, entonces sitiada, fuera tomada por los españoles.
Un compromiso muy optimista, puesto que tuvieron que pasar tres años hasta que los tercios derrotaran a las fuerzas de las Provincias Unidas. Pero no, la regente no vivió entre chinches durante tres años. Todos los historiadores coinciden en que no tardó en incumplir su juramento ni una semana.