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Sus gestos oscilan entre un casi imperceptible fastidio y la pacificación permanente, una forma elusiva de aceptar la conversación con las condiciones que pone su expresión.
Entrecierra los ojos, navega en las brumas de su memoria y hace saber, en sus silencios y pausas, que se trata de un ex presidente. La campechanía también tiene en él un límite claro. Al final de su larga historia, Duhalde parece haber perdonado a todos menos a sí mismo. Siempre se dijo que, a diferencia de Menem, un gozador del poder, Duhalde parecía sufrirlo, y debe ser cierto, porque por momentos en la charla el lomense parece sostener el peso de todo lo que salió mal en la parte de la historia argentina que le tocó protagonizar en los hombros.
Estas figuras del , en cambio, se sienten culpables de absolutamente todo. Y eso, en el caso de Duhalde, implicaba asumir los costos. Quedarse a limpiar una vez que la fiesta ya se había terminado. Como un rosismo corto, su restauración abrió una oportunidad enorme… menos para él. Una burbuja de silencio que se llama Fue el vicepresidente de Menem que acabó con lo que nadie se animaba acabar: la Convertibilidad.
Fue el padre del kirchnerismo que pagó el mayor costo y al que el kirchnerismo negó. El padre no reconocido del modelo que este parece también estar terminando. Como siempre digo: no entiendo mucho de macroeconomía, pero entiendo bastante de micro. En le digo a mi ministro de economía de la provincia, Remes Lenicov, que elija uno de su equipo para que sea ministro y que él se vaya para diputado con una misión: tenía dos años para decirme si se podía salir de la Convertibilidad y cómo.
Los que no entendemos tanto de macroeconomía, no podemos tomar decisiones apresuradas. Eso le respondí. Él no quería que cambie, pero me sugería que no la dé por terminada. Llega abril y ya no ganaba por 19 puntos sino por 13, y me di cuenta que perdía, porque yo no iba a decir lo que me insistían que tenía que decir. Estoy haciendo un libro de mis errores, la cantidad de errores que he cometido, tremendo. Yo no veía nada, eh, el que lo estudió fue Remes.