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Mardulce Editora informó de la edición de " El viento que arrasa", novela de la entrerriana Selva Almada. Estas preguntas adquieren un nuevo sentido cuando hablamos de una primera novela: el sentido de la originalidad, de lo inesperado, de lo asombroso.
El viento que arrasa convierte esas palabras en elogios, en una descripción ajustada de lo que su prosa expresa. En su primera novela, Selva Almada narra una historia agobiante en el litoral argentino. La autora ha contado en diferentes oportunidades que mientras vivía en Villa Elisa, su pueblo natal, sólo escribía cuentos urbanos debido al rechazo que le producían los autores localistas, y que pudo concebirse como una escritora de provincia una vez que se instaló en Buenos Aires.
Una provincia -escribe en la contratapa de su libro de relatos Una chica de provincia - "es una cierta manera de entender el mundo y un lugar desde donde mirarlo". El viento que arrasa narra el encuentro fortuito entre cuatro personajes durante un día y una noche. El reverendo Pearson, un sacerdote protestante, recorre junto con su hija Leni Elena , de dieciséis años, el litoral argentino llevando la fe y la palabra de Cristo, visitando pequeñas comunidades olvidadas por el gobierno y por la religión.
Tapioca acompaña a Brauer desde que lo dejó la madre para ir a buscar trabajo a Rosario y nunca regresó. El Reverendo es un probado orador, sus sermones son siempre memorables y goza de una gran reputación en su Iglesia. Sopla un viento caliente "como el aliento del diablo", el calor agobiante prepara el terreno y una tormenta eléctrica, casi bíblica, monta luego un nuevo escenario para la lucha física entre el Reverendo y el Gringo, en la que van a dirimir puntos de vista, mezquindades y, finalmente, fuerzas.
Almada narra un pequeño mundo de deseos apenas entrevistos, manifestados a medias, pensados en la intimidad que deja asomar el discurso indirecto libre. En el universo interior de los adolescentes bullen miedos, cierto desamparo y contradicciones. Leni, por ejemplo, admira al Reverendo, pero se siente decepcionada y resentida ante el padre, dualidad que regula su vida. Sin hogar fijo -salvo el auto- ni memoria de la infancia, la joven sí conserva el recuerdo de su madre, a quien su padre la obligó a abandonar.