Sexo a escondidas Paredes
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Me aburro y llamo a mi hermano para tener una de nuestras charlas confidenciales. Somos mellizos, aunque no gemelos. Él es hombre y yo mujer.
No nos ocultamos nada. Entre nosotros no existen secretos y encontramos el uno en el otro ese apoyo que toda persona necesita para sobrellevar los momentos malos y disfrutar de los buenos en la vida. Mi hermano sigue soltero y vive sólo en un pequeño apartamento moderno en el centro de la ciudad. Es todo un don Juan. Ese día no tiene compañía así que, compro lambrusco y unas pizas y voy a su coqueto apartamento. Después del vino italiano él saca un ron de caña antiguo con un regusto a madera tremendamente delicado.
Sólo recuerdo vagamente que le he confesado que mi esposo no me hace el amor como antes. Cuando despierto me duele un poco la cabeza. Estoy en la cama desnuda, eso me inquieta. De mis recuerdos se ha borrado la forma y el momento en el que me quité la ropa.
Por un momento me asalta la duda. Desde la cama le veo trasteando en la encimera. Sonrío al verle con su camiseta y las piernas desnudas. Él se da cuenta de que he despertado:. Es que no llevo ni bragas —le pregunto preocupada.
Sus palabras me tranquilizan. Aunque la idea de tener algo que ver con él, nunca me ha resultado repulsiva. De pequeños descubrimos el sexo, juntos, pero solo en juegos de niños. No sé si por la resaca o por el relativo abandono de mi esposo, pero el caso es que tengo las ganas de polla a flor de piel. Y…por si fuera poco, mi hermano se pasea desnudo, tan solo con una camiseta larga, sin bóxer. Lo he descubierto, porque en un descuido he podido verle el pene asomando bajo el borde de la camiseta.